viernes, 8 de julio de 2011

Rinde más y cánsate menos


Los responsables de Recursos Humanos de las empresas nunca han sido vistos con demasiados buenos ojos. Vienen a tener la misma fama que los árbitros de los partidos de fútbol, sobre los que cae tanto la responsabilidad como las peores miradas y calificativos.

Con la que está cayendo todavía es mucho peor, generándose en ocasiones auténtica paranoia por parte de los empleados bajo su cargo. Y nada más lejos de la realidad.

Soy machacón con el tema, lo sé, pero insisto en que la clave que debemos tener como trabajadores por cuenta propia, donde nosotros somos nuestro mismo director de RRHH, o por cuenta ajena, de cara sobretodo a aprovechar el tiempo de trabajo como si de tiempo de vida se tratase (que, de hecho, se trata), reside en cultivar la actitud.

Pocas cosas son tan terribles como la sensación de que la vida se te escapa de las manos. Por muchas garantías laborales que un trabajador pueda tener, si al fin y al cabo no es feliz con su tarea, apaga y vámonos.

¿Cuál es el paradigma ideal? El de rendir más cansándose menos, que no debe confundirse con ni cansarse ni rendir.

¿Nunca os ha pasado que en ocasiones veis a otros que parece que en lugar de ir a trabajar se vayan a la feria? Y, claro, a lo typical spanish sacamos la conclusión de que son unos caras duras o unos perrotes viva la vida.

Que no quiere decir que a veces suceda, pero el tema que nos ocupa aquí es otros. Me refiero a ese perfil de trabajador que disfruta con lo que hace, al margen de lo que esto sea, porque más que en el contenido se centra en lo que lo rodea. Y aquí viene la dichosa actitud.

En el peor de los escenarios toca hacer igual que los presos de guerra del Vietcong que volvieron a casa, que sobrevivieron a sus cautiverios gracias únicamente a la resistencia mental. Porque la otra opción es no sobrevivir…

Pero además de la parte anímica para poder cumplir eso de “rinde más y cánsate menos” viene una parte algo más técnica, que sé que es la que siempre entusiasma a los más pragmáticos.

Sencillas claves que pasan por Invertir tiempo en planificar, Contrastar y pedir opiniones, y sobre todo, tener el valor de saber rectificar a tiempo.

Este es un error clásico que todos comentemos, y seguiremos cometiendo en la vida. El ejemplo más claro es cuando le decimos al conductor del coche que se ha equivocado de ruta. “¿Por qué no has avisado antes?”, nos pregunta. Y respondemos, encogiendo los hombros “Es que no quería molestar”.

La estupidez en su máximo esplendor, fruto de una mezcla de vergüenza, orgullo herido (sobre todo si hemos indicado el camino nada más salir) y falta de coraje.

Porque ante una obra, por mucho que cerremos los ojos, ¡¡la carretera seguirá cortada!!

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