Sin palabras. Al principio la sensación de ver banderas españolas colgando de los balcones me pasó desapercibida, viendo el fenómeno como el habitual acompañamiento de los seguidores futboleros durante competiciones deportivas de este tipo.
Pero según pasaban los días y España superaba cada una de las pruebas que se interponían entre los chicos de Del Bosque y la Copa, las banderas se multiplicaban tiñendo las ciudades de rojo y gualda. El primer impacto le recibí un miércoles regresando de la Universidad, cuando al enfilar por mi calle hacia el garaje me encontré con un espectáculo digno de las mejores producciones patrióticas estadounidenses. Lo impensable hace tan sólo unos cuantos años.
Los balcones no estaban engalanados. Los balcones ERAN banderas de España. Y el contagio se transmitió a la velocidad de la luz entre antenas de los coches y salpicaderos, con banderas móviles que recorrían nuestras calles. Se acabaron los tabúes. Nunca más señalaremos a quien ostente la bandera española con actitud peyorativa.
España se afianza como un país maduro, que ha acabado entendiendo el patriotismo a través del fútbol. Un fútbol, por cierto, ajeno a fanatismos y centrado en juego limpio, deportividad y elegancia.
Es importante en este punto indicar que mi pasión por el fútbol es nula, y aún así he acabado con mi camiseta oficial, con los rituales paganos antes de cada partido para garantizar la victoria de la Selección Española y con la emoción a flor de piel.
Cierto es que vivimos momentos de crisis en los que este tipo de religiones paganas cobran mayor importancia, pero reducir este estallido de orgullo español a una necesidad anímica de emociones positivas es demasiado simplista. Hemos crecido como país. Nos hemos dado cuenta que la política y los colores de un país no tienen por qué estar ligados. El fútbol nos ha enseñado una lección importante que, esperemos, siga madurando y nos convierta en una nación más moderna y cercana a Europa.
La bandera es un ejemplo. La empatía entre españoles y extranjeros que hemos vivido durante este intenso Mundial, el respeto por el juego limpio, la necesidad imperiosa de correr en busca del rojo y el amarillo (gualda) y, como no, los abrazos y la emoción durante el Triunfo final, marcan la madurez de un país.
Seguiremos teniendo agoreros, falsos profetas haciéndose pasar por intelectuales ajenos a “la pasión del populacho”, que nos mirarán por encima del hombro. Peor para ellos.
Que nadie nos arrebate la pasión. Y que un “Viva España” cobre la inocente importancia que tiene como reivindicación patriótica, sin políticas ni rencores históricos.
España somos todos. Y todos somos rojo y gualda.
Brillante reflexión. A ver si se ha producido un punto de inflexión que no tenga retorno. Y yo no soy ni muy futbolero ni especialmente patriótico, siempre he dicho que mi patria es la que me permite alimentar a mi familia (que le pregunten a los inmigrantes de todas las razas volviéndose locos con la que ya es también su roja)
ResponderEliminarMe uno absolutamente a tus palabras, Alfonso. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarAmigo Pep, suscribo tus palabras completamente hacia un sentimiento que he ido comprobando como tú día a día. Yo sí soy futbolero, mucho, y la alegría por el premio conseguido es indescriptible. De siempre he llevado una bandera de España en las grandes ocasiones para animar a "La Furia", "La Roja" o como la quieran llamar. Y sí, es curioso comprobar cómo gracias a los chicos de Del Bosque hemos conseguido despojar los tabúes sobre la bandera. En ocasiones el pueblo determina fuertemente el cambio sociológico en la forma de ver y sentir las cosas patrias. Fíjate si algún día pudieran combinarse la bandera de España y la de la República (política). Todo se andará! Un abrazo fuerte hermano y avísame cuando estés más tranquilo para comentarte posibles proyectos muy atractivos.
ResponderEliminarMuchas gracias, querido Virgilio.
ResponderEliminarSin duda la Selección ha colaborado, y cómo, en arrojar al pozo del olvido los últimos tabúes hacia la bandera de nuestro país, que no es más que su representación gráfica. Esperemos que dure.
Te mando un correo la próxima semana, en alguno de los huecos que logremos encontrar, pues me consta que también vas atareado hasta las cejas.
Un fuerte abrazo,