Estas competencias personales se refieren al conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes que posee una persona para desarrollar con normalidad las diferentes tareas a las que tiene que enfrentarse.
A lo largo de nuestra vida adquirimos nuestros conocimientos a través de dos grandes procesos: la educación y la experiencia. Educación que puede ser formal o informal, sin prejuicio la una de la otra y complementarias, y que nos adaptan además a una serie de competencias culturales fruto de la historia y características de un país o una región geográfica.
La experiencia, en cambio, es mucho más amplia en principio y además de conocimientos nos aporta actitudes y habilidades. El mismo hecho de aprender en sí es una experiencia más allá del contenido, que aporta conocimiento.
Pero lejos de ahogarnos en un mar de términos discutibles en función de quién sea el que firma el artículo, un hecho universalmente reconocido es que las competencias personales marcan la diferencia fundamental entre tipos de personas, y en este campo destacamos dos tipos de competencias.
Las Competencias ordinarias vendrían a ser aquellas que permiten al individuo llevar a cabo los procesos ordinarios que rigen su vida, por un lado, y los procesos que acompañan su labor profesional, por otro. En es punto aparece la adecuación de cada perfil a un puesto de trabajo, dado que, cada vez más, las competencias personales marcan la gran diferencia entre candidatos más allá de sus titulaciones.
En otro lado señalamos las Competencias extraordinarias, en cuyo concepto encontramos la misma definición, puesto que dan la llave para actuar frente situaciones que superan el ámbito de la cotidianeidad persona y profesional. Estas competencias no tienden tanto a permanecer en estado latente hasta que se hace necesario su uso, como que mezclan diferentes habilidades, actitudes y conocimientos adquiridos que, hasta ese momento, no nos habíamos planteado aplicar en su conjunto.
Son el tipo de competencias que emergen en situaciones de crisis y que diferencian al auténtico líder del que no lo es tanto.
Porque, sin desmerecer nunca el trabajo, liderar va más allá de saber gestionar una serie de procesos estáticos. El líder actúa y se adapta para mantener los resultados positivos de su organización.
En este caso, el auténtico líder aplica competencias extraordinarias en momentos extraordinarios.
Y sencillo, puesto que en un momento podremos valorar de manera rápida si creemos estar plenamente capacitados para nuestra labor profesional. No reviste mayor complejidad que pensar un poco y, aunque es un diseño personal y simple, seguro que hay cientos de ejemplos parecidos por la red.
A continuación tenemos dos tablas con una columna de competencias personales seleccionadas en el marco de las competencias ejecutivas (metodológicas, sociales y participativas), y otra relativa al nivel de necesidad de la competencia personal en el desarrollo de nuestro trabajo. En la segunda tabla encontramos el mismo esquema para valorar nuestro propio nivel respecto dicha competencia.
Es prácticamente imposible que no tengamos presente la segunda tabla a la hora de rellenar la primera, pero aún así el ejercicio funciona con un mínimo de sinceridad por nuestra parte.
Competencias necesarias en nuestro trabajo
Indica, en una escala del 1 al 10, siendo el 1 “Nada importante” y el 10 “Muy importante”, el nivel de importancia que crees que tiene cada Competencia personal para el desarrollo de tu trabajo.
Capacidad Personal de Competencias
Indica, en una escala del 1 al 10, siendo el 1 “Poca capacidad” y el 10 “Mucha capacidad”, el nivel de capacidad que crees que tienes en cada Competencia personal para el desarrollo de tu trabajo.
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